Pues al final del día, Irma Eréndira Sandoval fue expulsada del paraíso de la Cuarta Transformación. No fue por haber exonerado a Bartlett pese a todas las pruebas de su corrupción. No fue por no haber perseguido a Pío López Obrador. No fue por no haber logrado la consignación de Emilio Lozoya o por haber integrado mal el expediente de Luis Videgaray. Tampoco por no haber podido consignar ni siquiera un pez gordo en tres años. O por haber permitido que 75% de las adquisiciones sean por adjudicación directa. O por tener 8 bienes inmuebles, uno de ellos obtenido por regalo del gobierno de la ciudad. No, nada de eso. Su pecado que ameritó que Pejehová desatara su ira en contra de ella es que se atrevió a tratar de sabotear la candidatura de Félix Salgado Macedonio al gobierno de Guerrero para permitir que su hermano Pablo Sandoval llegara a ese cargo Al final, será diputado… Y dejó a su hermana fuera de la gracia presidencial. Así que tomen nota los demás: Se puede ser corrupto, pero no desleal a la voluntad suprema del líder supremo. Todo lo demás se puede perdonar; la desobediencia, no. Horax en Milenio.