María Elena Álvarez-Buyllá, la directora del CONACYT, dijo que no hay que preocuparse de todas las dificultades que implica la logística de la vacuna del COVID (por ejemplo, una red de frío a -70ºC o una aplicación a menos de 48 horas de salida del laboratorio) porque «México tiene la capacidad de hacer su propia vacuna». Pues nos gustaría creer que es cierto; pero, por ejemplo, suspendieron los pagos de las becas a estudiantes mexicanos radicados en el extranjero. Quitaron los fideicomisos que permitían que se recibieran fondos internacionales para la investigación científica. Y ahora pagamos investigaciones sobre rituales ancestrales y astrología com parte de la ciencia nacional. Así que la receta de la vacuna nacional debe incluir atole con el dedo, un par de «¡Detente!» y un trébol de cuatro hojas. O, al menos, así se la imagina Rictus en El Financiero, quien nos recuerda lo absurdo que resulta poner a gente honesta pero incapaz al frente de ciertas tareas.