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Pues que el PRI quiere prohibir el uso de “Amlito”, esa caricatura hecha por Hernández y que se parece mucho al estilo de Quino, creador de Mafalda, y que acompañó la campaña de AMLO de “Sonríe. Vamos a ganar” del 2006. La razón es que el personaje se ve simpático, amable, entrañable; se ha reproducido en estampas, tazas, espectaculares, peluches. De distintas y amplias maneras. Aunque el personaje que lo inspira haya sacado su peor cara, ya en el poder. Y queda claro de quién se trata. La lectura de la oposición es que permitir su utilización es violar la ley, pues se hace “difusión personalizada de un funcionario público”. Por lo pronto, lograron que el Tribunal Electoral prohíba su empleo en eventos de campaña. Y, tal como ilustra Rictus en El Financiero, el “Amlito” es la cara más amable de un movimiento corrupto, vinculado al crimen organizado y que ha ido atrayendo hacia sí a políticos pragmáticos de las más variadas corrientes —siempre y cuándo sean malos—. Al tiempo que ha alejado a militantes honestos y que creían en la transformación y en su líder. Acá consideramos que es un exceso prohibirlo: si es la caricatura de una caricatura, que lo usen; los errores y fallas son reales, conocidos y no podrán ocultarlos detrás de una máscara, por simpática y risible que se vea. Así que dejen que los use: a sus simpatizantes les gusta y a los demás les ilustra qué ridículo es todo eso.