
Que se publicó tanto en Proceso como en Aristegui Online un reportaje que señala que Andrés Manuel López Beltrán, «Andy», vende sus chocolates «Rocío» sin cumplir la norma de etiquetado -no dice quién o dónde fabrica sus chocolates gourmet- y que uno de los consultores de Sembrando Vida y asesor de Andy obligó a campesinos tabasqueños a sembrar cacao en tierras no aptas con tal de poder recibir los apoyos del programa. No se habla de corrupción o malversación de fondos, sino de un probable descuido del vástago presidencial y un posible conflicto de intereses de un asociado al programa. Pero no: en la mañanera de ayer, el primer mandatario salió a atacar a Proceso y a Carmen Aristegui, alegando que «nunca han estado a favor del pueblo» y que son «periodistas conservadores que lo atacan sistemáticamente». Dicho eso, se orquestó una campaña de linchamiento contra medios y periodistas que lo mismo plantearon el alcoholismo de Calderón que la Casa Blanca de Felipe Calderón y toda la corrupción de los gobiernos anteriores. ¿Por qué deberían ser distintos? Se supone que el periodismo tiene que ser crítico y opositor y buscar la verdad, no militante a favor de determinado gobierno. Por eso llama la atención que AMLO haya recuperado la frase que usó López Portillo al boicotear la publicidad gubernamental en contra de la primera etapa de Proceso, la de Julio Scherer padre: «No pago para que me peguen». En fin, que poco servicio se hace al atacar a periodistas reconocidos, olvidando que algún día será ex presidente y que si ahora se «defiende» con todo, deberá esperarse a que lo ataquen con todo. Y con motivos de sobra, incluyendo su autoritarismo y ataques desde la mañanera. Pero mientras que siga creyendo que el poder es eterno. Nuestra solidaridad con ambos medios y con Carmen Aristegui en especial. Chavo del Toro en el Economista.