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Fiel al espíritu de la 4T que nos pide “no ser aspiracionistas” y clama que “juntos haremos historia”, la Selección Nacional quedó fuera en la primera ronda del Mundial de Catar al empatar ante Polonia y perder con Argentina, pese a ganarle por dos goles a Arabia Saudita —quien también quedó eliminada—, cuando requerían tres. Pero no solo eso: desde 1978 es la primera vez que la eliminan en la primera ronda. Y con apenas dos goles, está entre los peores mundiales que hemos jugado. O sea, como casi todo en la Cuarta Transformación, en lo que estábamos mal, nos la ingeniamos para estar mucho peor. No importa: En la mañanera presumirán uno de los mayores logros de esta selección: Ochoa paró un penal —y nada menos que a Robert Lewandowski, uno de los mejores jugadores del mundo— en tiempo regular, algo que no había pasado desde 1930. Algo meritorio, aunque irrelevante. Claro que lo que esperábamos era llegar al quinto partido, mínimo, si no es que más. Al menos quedamos igual que Dinamarca (cuyo modelo de salud pública es nuestra aspiración) y con pocos goles. En fin, que la mediocridad y falta de profesionalismo del actual gobierno ya permeó hasta el futbol. Y no porque viniéramos de algo notable, pero la caída es la peor en mucho tiempo. Como pasó en salud pública, seguridad, economía, confianza en las autoridades y un largo etcétera. ¿Los irán a recibir en el Zócalo lleno o, mínimo, en Palacio Nacional, y los proclamarán como “campeones legítimos”? Veremos. Garcí en El Financiero.