
Pues que “venía una ola roja (republicana), un tsunami” impulsado por la corriente MAGA de Donald Trump en el Partido Republicano. Expresamente, había apoyado a centenas de candidatos. Confiaban en arrebatarle la mayoría en el Senado al Partido Demócrata —estaban empatados 50 a 50, pero el voto de la vicepresidenta Kamala Harris daba ventaja a los demócratas—. Y acabarlos en la casa de representantes. Pero no: aunque se prevé que tengan la mayoría en la cámara baja —que va 211 republicanos y 197 demócratas, se requieren 218 para tener el control—, en el senado van 48 a 48, con ventaja en un estado para cada bando, y se espera que Georgia vaya a una elección extraordinaria el 6 de diciembre por el virtual empate. Allí podría garantizarse la mayoría demócrata. Y los republicanos perdieron 2 de las gubernaturas en juego, quedando 22 para los burros y 24 para los elefantes. Lo más curioso es que, para aquellos candidatos que tenían una victoria asegurada en el bando republicano (por buscar la reelección o por estar en distritos fuertemente conservadores) el apoyo del expresidente no sumó. Y en algunos casos en que impuso candidatos radicales sobre moderados, o figuras polémicas, pero cercanas a él, perdieron. Allí están los casos del exjugador de futbol americano Walker en Georgia o el Dr. Oz en Pensilvania. Ambos fueron derrotados a pesar de que se pensaba que, con su fama pública y el aval de Trump, arrasarían. En cambio, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, no solo ganó con amplio margen, sino que ayudó a que los republicanos “moderados” y anti-Trump ganaran distritos tradicionalmente demócratas. Total, que ni «el tsunami rojo» llegó ni Trump sumó. Y también perdieron la reelección algunos demócratas radicales y anti-Biden. Esperemos que esto ayude a que ambos partidos se corran un poco más al centro. Nerilicón en El Economista.