
Murió el centenario expresidente Luis Echeverría Álvarez. Gobernante de México de 1970 a 1976, además de sus responsabilidades en las masacres del 2 de octubre de 1968, del Halconazo y de la Guerra Sucia, también nos heredó símbolos de la época de oro del presidencialismo priísta (¿Qué horas son? ¡Las que usted Ordene, señor presidente!), las maratónicas conferencias de prensa en que no decía nada, los proyectos económicamente inviables, pero simbólicamente relevantes, la «no alineación de los pueblos», el liderazgo no reconocido del tercer mundo, una descalificación de la ONU porque no le hacía caso a sus propuestas, los intentos de expandir políticas clientelares a Latinoamérica, la intención de pelearse con los ricos pero también con las izquierdas; el ánimo de dejar un sucesor dócil y ejercer un maximato, y el arranque de las crisis económicas sexenales. Así que, aunque muera Echeverría, el echeverrismo sigue vigente. Porque como dijo en uno de sus célebres discursos: «Estábamos al borde del precipicio, pero gracias a este gobierno, hemos dado un paso adelante». (Aunque en estos tiempos hablaban del «despeñadero», por Enrique Peña). Perujo en El Economista.