
El Papa Francisco hizo en su cuenta de Twitter @Pontifex_es (y por otras vías) una serie de llamados especiales con ocasión del sínodo de obispos: a que ajustemos los modelos socioeconómicos para que: los laboratorios liberen las patentes de las vacunas, que bancos y organismos internacionales de crédito condonen pagos a países pobres, a las grandes corporaciones a que respeten la naturaleza y dejen de contaminar; que se acabe la producción y comercio de armas; «A los gigantes de la tecnología, pido que dejen de explotar la fragilidad humana, las vulnerabilidades de las personas, para obtener ganancias»; a los gigantes de la tecnología que permitan acceso gratuito y libre a contenidos educativos; a los países poderosos, que dejen de atacar -y bloquear comercialmente- a los débiles; a gobiernos y políticos que trabajen por el bien común y a los líderes religiosos a dejar de usar el nombre de Dios para fomentar guerras y pidió construir puentes de amor. Pero el énfasis se puso en el llamado papal para que los medios de comunicación «pido que terminen con la lógica de la post-verdad, la desinformación, la difamación, la calumnia y esa fascinación enfermiza por el escándalo y lo sucio; y que busquen contribuir a la fraternidad humana». Y más de uno empezó a atacar a los medios nacionales que critican al gobierno, olvidando que también la prensa militante fomenta esa actitud, pero del otro lado. Y el llamado es general… e igual de inútil que un llamado a misa: quien quiere ir, no lo necesita; quien no quiere atender, aunque el Papa lo pida. O como dice Hernández en La Jornada, el Papa «sigue creyendo en milagros».
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