
Se anunció ayer que Delfina Gómez, maestra normalista, será la próxima Secretaria de Educación Pública, en sustitución de Esteban Moctezuma, próximo embajador en Washington. La medida generó ciertas protestas: no tiene la experiencia administrativa suficiente, lleva años fuera de las aulas. Incluso, hay quien se quejó de que es hija de un albañil o de que no tiene estudios de postgrado (aunque tiene una una Maestría en Administración de Instituciones Educativas por parte del Tec de Monterrey) o actualización docente. Esas protestas son medio clasistas y fuera de lugar. Las verdaderamente preocupantes deberían ser que, cuando fue alcaldesa de Texcoco, «desvió» 36 millones de pesos a favor de la organización de su jefe político; que le retenía el 10% de su sueldo a más de 70 personas como «apoyo institucional al «Grupo de Acción Política»», aunque no estuvieran de acuerdo, e incluso, retenía los pagos de pensiones alimenticias pero no los enteraba a las familias. Otra cosa: En ella es notorio que cumple con el lema presidencial, y de que su lealtad es mayor que su capacidad, lo que basta para su nombramiento. Eso sí: sobre su eficacia, no hay duda: será otro hermoso florero en la colección del gabinete presidencial. Rictus en El Financiero.