
Vaya que la presidenta tiene mucho trabajo en el área de protección civil: está a punto de derrumbarse un monumento. El busto gigante que trató de hacer su antecesor de sí mismo. Ya lo volvió a defender este fin de semana: que todo lo que se dice de él y su familia son ataques “de aquellos perjudicados por la Cuarta Transformación y sus gobiernos honestos, dónde no se permite la corrupción”. Y las fracturas del monolito se dan justamente por corrupción: la investigación sobre huachicol fiscal está mostrando no solo que el expresidente sabía, sino que algunas de sus obras insignias (tren maya, corredor interoceánico y el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles) compraron combustible robado par abaratar sus costos. ¿Lo peor? Que los responsables de tales operaciones… eran sus propios hijos. Y esto no según la oposición, o la prensa carroñera, o por inventos malintencionados, no. Es por las investigaciones en Estados Unidos (que, por ejemplo, terminaron identificando a La Barredora) y por las propias FGR y SEMAR. O sea, su propio gobierno. El punto es que así haya un video de AMLO dando instrucciones y recibiendo dinero, buena parte del pueblo seguirá creyendo que es honesto y que toda acusación es falsa. O que, en el colmo del cinismo, digan que “si ya nos robó el PRIAN, ya les tocaba a otros”. Porque los 1,500 millones de la Estela de luz les parecieron intolerables; los 6,500 millones de la Estafa Maestra eran un crimen de Estado; los 15,000 millones de SEGALMEX fueron por priístas malos que se le colaron a un viejo amigo de YSQ. Pero hasta ahorita el robo del huachicol fiscal está dejando una cifra de 150,000 millones de pesos. Equivalente a 100 Estelas de Luz. Pero lo que era un fraude intolerable, ahora es un engaño de los medios. ¿Serà? Rictus en El Financiero.
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