Que Pablo Gómez esté al frente de la reforma electoral es preocupante. Digo, si sabe de esos temas, pues desde 1978 ha sido legislador prácticamente toda su vida. Salvo ahora que lo pusieron a cargo de la UIF, su vida ha pasado en partidos y elecciones. ¿El problema? Que es autoritario. En sus primeras declaraciones, señaló que “digan lo que digan, tenemos los votos necesarios y va a salir lo que nosotros digamos”. Ya luego dijo que sí, que se escucharán las propuestas de la Sociedad Civil, que se tomará la opinión de los demás partidos, y que se organizarán foros y mesas de debate. Pero, insistió, “se aprobará lo que la presidenta pida”. Aunque sus compañeros legisladores morenistas (como el coordinador Ricardo Monreal) aclararon que “se buscará el consenso más amplio posible”, y que se requiere respetar a los aliados y a los rivales… Gómez insistió en que “nada de eso es necesario”. Por eso, Horax en Milenio tiene la propuesta ideal para organizar los foros… y hasta las elecciones.