Nada más porque la vimos, la creemos; pero la historia que aborda Perujo en El Economista en su cartón de hoy es atípica. Un retén militar les robó a tres muchachos celulares, mil dólares y cincuenta mil pesos en efectivo que el padre de uno de ellos les había dado para hacer un depósito bancario en un retén. Enterado de la noticia, el padre del joven fue a encarar a los militares, quienes rápidamente desmontaron el retén y se dieron a la fuga. Pero el aguerrido empresario empezó a transmitir la persecución en sus redes sociales. Lo que causó que vecinos y curiosos se sumaran al cierre de calles y a la corretiza contra los militares. Estos, en inferioridad numérica y atrapados en un callejón, devolvieron los celulares, los mil dólares y cinco de los cincuenta mil pesos, pidiendo plazo para regresar el resto de la lana. O sea, la población civil hizo huir, detuvo y despojó del botín a una unidad militar supuestamente entrenada y honesta. No sabemos si es motivo de orgullo para los laredenses, de desprestigio para el Ejército Nacional o ambas cosas a la vez.