
Ahora resulta que las fosas clandestinas localizadas en Morelos, Jalisco o Tamaulipas no son ni fosas clandestinas ni “campos de exterminio”, aunque tengan chimeneas y hornos crematorios, o aunque haya 400 zapatos abandonados y mochilas de la última campaña presidencial. Pues solo que, como sugiere Perujo en El Economista, quieran esconder en la semántica lo que no pasa en la realidad.Y, la verdad, les funcionó por mucho tiempo.