Que el Jefe de Oficina de la entonces Secretaria de Relaciones Exteriores, Alicia Bárcena, usó el correo institucional para alquilar el Museo Nacional de Arte para celebrar su boda con un diplomático rumano. Martín Borrego lo hizo pasar como un evento oficial y negaron que fue una boda… Hasta que aparecieron las invitaciones, la lista de regalos en el Palacio de Hierro y las publicaciones en redes sociales. Pues la ahora Secretaria del Medio Ambiente y Recursos Naturales declaró que “no sabía de la boda” —aunque sale en las fotos de los brindis y con los novios—; y ya le aceptó la renuncia al funcionario en cuestión. El tema fue la exhibida que se metieron: dijeron que no hubo tal boda, y sí la hubo; que era un evento para conmemorar las relaciones diplomáticas entre México y Rumania, pero no hubo banderas de los países pero sí arreglos florales; que se pagó “con recursos privados” de la embajada de Rumania, lo que hace más escandaloso el asunto. Y, como hasta en la mañanera la presidenta criticó el hecho, se esperan más sanciones que la mera renuncia del novio. Tiene razón Hernández en La Jornada: no fue boda, fue una exhibición de todas las conductas que están mal y siguen mal en el segundo piso de la cuarta transformación. Y para los que dicen que “se les critica por ser homosexuales”, no: el tema es que usaron un espacio y recursos públicos para un evento privado, y cuándo fueron descubiertos, negaron todo hasta que salieron más pruebas. Es el abuso y el cinismo lo que se critica.
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