
Este fin de semana ocurrió algo atípico: un vuelo de la compañía Volaris, que salió del Bajío rumbo a Tijuana, fue secuestrado por unos minutos por uno de los pasajeros que pedía que lo llevaran Estados Unidos. Sometido el agresor por la tripulación y por otros pasajeros, se tuvo que aterrizar de emergencia en Guadalajara. El alegato del supuesto aeropirata era que él había recibido una amenaza de muerte si llegaba a Tijuana y tenía que irse a otro lado. Hay quien dice que se activaron los protocolos de seguirdad de manera adecuada; pero otros comentan, tal vez con más razón, que les dio miedo que Trump nos pusiera más aranceles si llegaba un secuestro aéreo a su territorio. Horax en Milenio