
El sacerdote jesuita Marcelo Pérez Pérez, de origen tzotzil, sabía que su activismo estaba causando incomodidad entre los criminales que operan en Chiapas. Su labor como párroco en comunidades indígenas, pero principalmente su papel de mediador en conflictos, le habían causado problemas con los grupos que se sentían perjudicados por la movilización social que Pérez generaba. “He luchado en contra de las injusticias, luchamos por la paz, en Simojovel le pusieron precio a mi vida”, dijo en una entrevista en agosto pasado con el diario El Heraldo de Chiapas. “Hay mucha violencia, pero seguimos construyendo la paz. Hemos acompañado a los desplazados, me ha tocado mediar para liberar a funcionarios públicos, seguiremos en la lucha por los pobres, es un mandato divino”. Descanse en paz y que su muerte no sea en vano: que nos haga reflexionar y actuar en el tema del narcotráfico en Chiapas. Homenaje luctuoso de Rapé en Milenio.