Pues que ni calificadoras, bancos, gobiernos de Canadá o EE. UU., la ONU o la Unión Europea le van a hacer cambiar de opinión respecto a la reforma judicial. Pero tampoco lo harán las barras de abogados, los trabajadores del Poder Judicial, los estudiantes de derecho, los empresarios mexicanos ni nadie más. De que se le mete una idea, se le mete. Y, aunque arruine al país, no se dejará de hacer lo que él quiere. Y menos con mayorías calificadas en ambas Cámaras. Ahora sí que: “les guste o no les guste, les cuadre o no les cuadre, se hará lo que les diga, o se van a ching… a su … dre” como dice el popular coro. Magú en La Jornada.