A poco más de un mes de dejar el poder, tal parece que el presidente enloqueció: una cosa es no estar conforme con las opiniones de los embajadores de Estados Unidos y Canadá sobre la reforma judicial, y otra muy diferente es poner en pausa las relaciones con esos países y arriesgarse a que se cancele un tratado del que dependen 10 millones de empleos y casi 2,500 millones de dólares diarios de comercio internacional. Pero que tampoco se le olvide que, a partir del 2 de octubre, será un ciudadano de a pie que podría recibir el «efecto Mayo» de aparecer en un avión sin querer y terminar en una corte de EE. UU. O sus hijos. O sus hermanos. O prominentes miebros de su partido. Está jugando con fuego pensando que el poder será eterno. Y ojo: No es que digamos que hay que ser agachones con los americanos; decimos que hay maneras de hacer las cosas, y un «berrinche diplomático» no es la mejor opción. Chavo del Toro en El Economista.