
Pues el disparo que le hicieron el sábado durante un mitín a Donald Trump no le causó mayor daño. Dicen algunos que, en realidad, la sangre en su oreja venía de que el disparo le pegó a su teleprompter y un vidrio de este es el que le hizo la cortada. Pero no eran balas de salva: además del agresor, abatido por el FBI, alguien en el estrado murió. Pero la lesión fatal no fue al candidato republicano: fue a la democracia americana, que ve cómo aumenta la popularidad y la rijosidad del candidato del movimiento extremista MAGA. Y podrá ser suficiente para ganar, porque la diferencia con el presidente Biden es de apenas un punto porcentual según las encuestas (a ratos en unas aparece uno arriba y el otro abajo). Aún es muy pronto para medir los efectos reales, pero la interpretación que ya dio Trump de que “esto es señal de que Dios quiere que yo vuelva a ser presidente” en realidad impactará en muchas más personas de las que simpatizarían con él antes. Y, por supuesto, se dará el riesgo de que otras personas quieran rehacer el homicidio, incluyendo simpatizantes del presidente Biden. Y apelar a una guerra civil en un país con más armas que ciudadanos… No está bien. Horax en Milenio.