
La reforma judicial puede acabar siendo lo que ilustra Alarcón en El Heraldo hoy: que te corten un brazo y con ese mismo el réferi, un títere, te considere ganador de una pelea en que llevabas ventaja. Porque los jueces ya no serían necesariamente los más preparados en la ley y su interpretación, sino los más populares entre algunos electores o con los dirigentes de ciertos partidos. Y así no se puede.