Pues en nuestra política digna de un vodevil o de una comedia chafa como El Chavo del 8, la semana pasada apareció una lista de 250 intelectuales y artistas en apoyo a Xóchitl Gálvez, encabezados por Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín, quienes declararon en su desplegado que “nunca había habido tan poco apoyo a la ciencia y la cultura como en este gobierno”. Y es cierto: Ninguno de los abajofirmantes tiene contratos o negocios con la actual administración federal, cosa que en el pasado les abundaban. Ni un día después, 900 científicos e intelectuales (incluida la mamá de la candidata; el papá de un secretario de estado acusado de malversación de fondos y la célebremente mañosa Elena Poniatowska) salieron a hacer lo propio, pero afirmando que, por primera vez en la historia, tenemos un gobierno “honestamente preocupado por las humanidades y la ciencia”. Curiosamente, los 900 reciben al menos un apoyo gubernamental, sea en forma de becas, contratos, posiciones en el Sistema Nacional de Investigadores, del nuevo Consejo Nacional de Humanidades, Ciencia y Tecnología (CONAHCYT, al que le agregaron a fuerza la «h» al modelo fundado en la década de 1970) o alguna otra variación. Total, que las simpatías se miden en dádivas. Y luego dicen que “no tomamos en serio a los intelectuales”. Tal vez nada más porque salieron más pedigüeños que los otros. Horax en Milenio, tras Roberto Gómez Bolaños.