Confiado en que la mayoría de las encuestas le dan una holgada ventaja de dos dígitos a la candidata oficial, Claudia Sheinbaum, ya dijo el presidente que ellos no harán fraude y que ganará quien gane. Por supuesto, descuenta que Xóchitl Gálvez pueda remontar, pese a que en Argentina, por ejemplo, Milei iba abajo 20 puntos, incluso más, después de hacer un debate terriblemente malo. Pero el peor riesgo para ellos es que Claudia gane con el 0.56% del voto (igual que como ganó Calderón) y que la oposición pueda hacer, con plena autoridad moral, los mismos desplantes que hizo él como opositor: llamar a anular la elección, pedir «voto por voto, casilla por casilla» y hasta plantarse en Paseo de la Reforma. Con el agravante que él lleva casi 50 observaciones del INE de que no se meta en las elecciones -particularmente en las mañaneras- lo que podría bastar para anular la elección. Y vean que en el cartón de Horax en Milenio, no hay angelito del otro lado: es él y su diablito los que están preocupados. Y hay motivos…